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Sobre el «bloqueo del escritor»

Sobre el bloqueo del escritor

¿Os ataca u os ha atacado en algún momento el famoso «bloqueo del escritor»? ¿Os habéis sentido bloqueados a la hora de comenzar algún tipo de tarea, sobre todo si se trataba de una creativa? He aquí una solución muy sencilla para poder arrancaros a afrontarlas.

Os traigo en el día de hoy una reflexión relativamente cómica: si algo me cansa unas veces, me irrita otras y hace que me descojone de la risa el resto — de ahí lo de «relativamente cómica» — son ésas historias de escritores — tan retratadas en los campos de la ficción — que pasan horas delante de un folio en blanco esperando a que «les impacte la inspiración» para poder ponerse a escribir o, aun mejor (o peor, según se mire) que van de casa en casa — y de cama en cama, que eso del «bloqueo del escritor» parece una excusa perfecta para conseguir meterte entre las piernas de alguien a ver si la dopamina segregada por el sexo, capital fuente de ella, te desbloquea las neuronas y con ello por fin consigues escribir un par de párrafos o así — contando su triste historia al respecto de cómo no son capaces de dar por comenzada esa historia que llevan ya no se sabe cuánto tiempo rumiando (mucho mejor para el drama si la presión de una editorial apremia) pero que no han conseguido comenzar y que finalmente sólo comenzarán a escribir cuando haya acabado la película y un suceso lo suficientemente importante haya conseguido despertar en ellos la inspiración [insértense muchos emojis con cara de asco aquí], qué casualidad, que les faltaba…

¡En fin! Que me río yo con eso —cuando no, como decía antes, me cansa o exaspera— porque me parece la mayor estupidez sobre la que jamás nadie se sentó a dramatizar (tanto en su sentido de contar una historia dramática como de exagerar algo fuera de proporción).

Pobrecito el escritor: tiene un bloqueo creativo.

La editorial le urge el manuscrito y no le sale nada de dentro. Lleva ganándose la vida como escritor —con lo difícil que es, carajos— toda su vida y, de repente, ¡zas!, bloqueo creativo.

Qué penita que me dan, de verdad… los escritores que tienen que recurrir a un argumento así como recurso narrativo, quiero decir. Me pregunto si ellos verdaderamente habrán experimentado uno de ésos… y me pregunto cómo será, verdaderamente, experimentar uno de ésos… Y es que en ese sentido quizás peque de pragmatismo, pero, una vez más, ¿quieres escribir algo? No lo intentes. ¡Tan sólo hazlo! O no lo hagas, pero no te quejes de no poder hacerlo (¿en la cama de quién dices que te quieres meter?).

¿Quieres escribir algo? Muy sencillo. Hazlo. Lo que sea. Ahora mismo. Empieza con una sola línea, la que sea. Qué tal algo como…

«Mary tenía un corderito.»

¡Genial!

¡Fascinante!

¡Sorprendente!

¡Menuda historia acabas de inventar!

Y lo mejor… es que no es sarcasmo.

Es un maravilloso microcuento en sí mismo. ¿Qué tal convertirlo ahora en cuento?

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Tan sólo pregúntate:

¿Quién es Mary? ¿Cómo es Mary? ¿Por qué tenía un corderito? ¿Cómo era el corderito? ¿De dónde lo había sacado? ¿Era herencia o quizás el resultado de un rescate animal? ¿Dónde se produjo dicho rescate? ¿Y en qué circunstancias? ¿En qué términos? ¿Quién había dejado escapar al corderito? ¿Quién lo había puesto en riesgo? ¿Qué clase de persona era esa persona? ¿Y dónde vivía? ¿Estaba relacionada con Mary? ¿De qué forma? O si era una herencia, ¿de quién lo había heredado? ¿Tenía el corderito algún súper-poder? ¿Traía consigo una oscura leyenda? Si examinas su pelaje… ¿tenía alguna marca de nacimiento sobre la que debamos saber? ¡Espera! ¿Quizás había sido clonado? Y de haberlo sido, ¿en qué laboratorio y por qué científico? ¿Estaba loco ese científico? ¿Era su primer experimento o uno más de una serie de terribles y macabros experimentos? ¿O quizás, al contrario, tenía la misión de salvar a todos los corderitos del mundo? ¿Y de qué quería salvarlos? ¿De una trágica enfermedad genética que afecta a los tiernos y dulces corderitos? ¿De un virus mutado en un laboratorio malayo — que los laboratorios chinos ya están demasiado vistos para cosas así, ¿verdad? — que amenaza a la existencia de todos los corderitos? ¿O quizás de una invasión de una especie alienígena especialmente interesada en abducir corderitos con fines terroríficamente crueles y desoladores para todo aquel que tenga el más mínimo corazón? Espera, espera, espera… ¿Y si el corderito es el extraterrestre? O no, no… ¡Espera, espera, espera! Eso no es lo más importante de todo… Lo más importante de todo es, ahora que Mary tiene al corderito… ¿¡Qué carajos pretende hacer Mary con él!?

¿Bloqueo del escritor? Escribe una línea y hazte una serie de preguntas al respecto.

S · O · L · U · C · I · O · N · A · D · O.

Ejercicio: aprende a hacerte preguntas

Ya has visto lo fácil que ha resultado hacernos una retahíla de preguntas a partir de una frase tan simple como «Mary tenía un corderito», así que te toca hacer lo mismo.

Abre cualquier libro (o cualquier página web en su defecto — incluso una red social si tienes el suficiente estómago — y toma la primera oración con sentido completo que seas capaz de localizar con la mirada. Con que tenga sujeto (un algo, un alguien) y un predicado (lo que sea que se diga de ese algo o de ese alguien) tendría que valerte.

Y no te canses de disparar todas las preguntas que te provoque esa oración. Pregunta sobre tus propias preguntas. Y luego pregunta sobre las preguntas resultantes al preguntarte sobre tus primeras preguntas. Deja fluir tu imaginación. Relájate. Diviértete. Sé cómico al respecto, trágico, cínico o pragmático, tanto da. Lo que es importante es que no descanses hasta que al menos hayas podido formular 25 cuestiones al respecto de la oración que sea que elijas — del medio que sea que elijas. Recuerda: quién, qué, cuándo y dónde, cómo y por qué, cuánto y cuántos, por cuánto, a cuántos… 

25 preguntas al menos… ¿Las compartes conmigo? Puedes hacerlo como comentario en este mismo artículo o escribiéndome un correo para contarme tu experiencia.

Sigue el hilo

Lo que lees es parte de la serie «El oficio de escritor», dedicada a hablar del proceso de escritura y todo lo que él atañe: miedos, bloqueos, procesos, métodos y, en general, un puñado de no muy malos consejos sobre cómo afrontar ciertas partes de la vida. Puedes seguir el hilo de la serie continuando al siguiente artículo o visitando el anterior si aún no lo leíste.

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A veces la mejor manera de hacer algo es no hacer nada al respecto. ¿Se me ha ido la cabeza? Y es que hay veces que la cabeza simplemente se nos va.

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Lo prometido es deuda. Y, como tal, aquí tenéis estos consejos de libro de recetas (para escritores) que prometí que os traería. Espero que los disfrutéis.

¿Qué te pareció? Déjame un comentario.

Prometo responderlos todos.

4 comentarios

  1. «Llamadme Ismael»

    Se llama realmente Ismael?
    Tiene otro nombre Ismael?
    Tiene apellido Ismael?
    Si ese nombre no es real, por qué lo usa?
    Tiene algún apodo Ismael?
    Odia acaso su nombre verdadero Ismael?
    De ser eso cierto, por qué?
    Qué pretende Ismael al pedir que lo llamen así?
    Se oculta de alguien Ismael y por eso usa un nombre falso?
    Fue parte del crimen organizado Ismael y se oculta por ello?
    Simplemente, le gusta «Ismael»?
    Saben sus amigos que Ismael pudiera no ser Ismael?
    Tiene amigos, nuestro Ismael?
    Está huyendo de su esposa Ismael?
    Tiene manía persecutoria el caballero y por eso quiere cambiar su nombre a Ismael?
    Quiere ser actor de vodevil e Ismael sería su nombre artístico?
    Lo han llamado Ismael previamente?
    Seguirá en el futuro solicitando que lo llamen Ismael?
    Conoce Ismael el significado de este nombre?
    Sus progenitores saben que pide que lo llamen Ismael?
    Les importa?
    Es en realidad mujer y quiere ser Ismael?
    Conoció Ismael a María y a su corderito?
    Intentó «Ismael» asesinar a María con el corderito como testigo y se oculta por eso?
    Hizo barbacoa al corderito de María y está huyendo de la justicia corderil?

    Entre otras….

    1. Qué genial, Manuel. Tengo el corazón en ascuas de saber más sobre este Ismael. A mí se me ocurre que, ciertamente, su nombre no es Ismael — y que, por tanto, tiene otro —; que, por obvio, ha de tener un apellido — aunque el que podamos conocer quizás tampoco sea el realmente suyo. Creo que sí, que perteneció al crimen organizado… o quizás fue testigo de alguna actividad terrible del mismo y por esa razón — ya sea por acción propia o como parte de un programa de protección de testigos, por ejemplo — ha tenido que cambiar sus verdaderas credenciales a ésas que ahora conocemos. Más que su nombre — el actual o el pasado — odia habérselo tenido que cambiar, apenas se habitúa y tiene que hacer un esfuerzo cada vez que lo escucha para reacción adecuadamente. Ahora que lo pienso, sí que creo que era parte del crimen organizado — y de ahí que, por supuesto, como todos los buenos miembros del crimen organizado — tuviera un apodo — uno que ya quedó en el olvido y que sólo se le repite en sueños — quizás, mejor dicho, pesadillas.

      Así pues, este falso Ismael se oculta de una vida que le persigue… y no sólo a través de esos vívidos episodios oníricos: hay quien sospecha que Ismael no es Ismael. O que si lo es, bien pudo haber sido otra persona en el pasado. Por supuesto, una de esas personas suspicaces al respecto de cuál pudo haber sido el pasado de Ismael es una chica, una chica con la que Ismael rechaza — tan activa como inútilmente — caer presa del amor. Y es que esta chica le recuerda demasiado a la que antes de que todo cambiara fue su esposa (que, por cierto, más bien quizá pudo ser protagonista — perpetradora o víctima — de aquel terrible crimen que llevó a Ismael a huir, a esconderse y a refugiarse en el anonimato). Así que más que huir propiamente de ella — de su esposa — quizás de lo que esté huyendo sea de su recuerdo.

      La manía persecutoria, por obvio, habidas las circunstancias en las que se desarrolla su vida actual — y habidas las razones para ello —, es una constante inevitable. Vivir mirando por encima del hombro es lo que hace día y noche — llegando incluso, tal vez, a dormir con un arma bajo la almohada «por si las moscas». Y, lo más terrible, no está seguro de poder llegar a vivir un solo día de lo que resta de su vida sin hacerlo, sin estar ojo avizor a expensas de que algún día el pasado le alcance — y le explote (literalmente) en la cara.

      Quizás Ismael no quiera ser actor de vodevil, pero quizás sí que esa chica por la que tiene ciertas sensaciones — sensaciones de las que en algún momento nos daremos cuenta que son del todo mutuas — decide invitarle a una noche de teatro; la obra en exhibición: «Mary tenía un corderito», una crítica exhaustiva a la vida de la sociedad moderna en la que la protagonista tiene que acabar sacrificando lo único que da un sentido a su vida para poder sobrevivir a las penurias que le achacan, teniendo que convertir al proverbial corderito del título en su última cena. Y es esa noche en la que todo comienza a precipitarse: alguien de su vida anterior (de la vida anterior de Ismael) le reconoce — ¿quizá alguno de sus propios padres? — y acaba teniendo que explicar el significado de su nombre (o más bien simplemente por qué tuvo que escogerlo como parte de su nueva vida) a lo que dichas personas (enemigos y aliados) es obvio que habrán de darle la importancia del caso.

      Así que, finalmente, después de muchas peripecias para conseguir salvar el pellejo por las justas, ya inseguro al respecto de que un cambio de nombre y de ubicación geográfica lo puedan poner a salvo, cansado, incluso, como está de experimentar diariamente la propia manía persecutoria que ha desarrollado… es que Ismael decide que un cambio de sexo será la única solución a todos los problemas que lleva arrastrados en la vida.

      O algo así.

      Me ha encantado.

      Por cierto, «Llamadme Ismael» como título de esta historia se me antoja del todo perfecto.

      Un abrazo.

  2. Ibai, me has zarandeado la neurona. O, mejor aún, tu escrito me la ha zarandeado (tú, ya se sabe, estás a muuuuchos kilómetros para poder ni si quiera tocarme. No hay telequinesia que lo consiga, mediando todo un Océano). Y de ese zarandeo, saldrá algo mínimamente coherente. No sé si planteando 25 cuestiones. Pero algo saldrá.
    Gracias, máquinas. Mándale un abrazo de mi parte al Fernández Benito.
    Y, en la Fiesta del Ayuno, fin del Ramadan, un abrazo para ti.
    Augusto Sarmiento

    1. Augusto:

      Qué gusto saber que así ha sido. Daré ese abrazo a quien dices —de entrada virtual, y pronto, muy pronto espero, de manera presencial.

      No dejes de leer toda la serie «El oficio del escritor»; si te ha gustado este artículo —si te ha zarandeado la neurona— apuesto a que habrá otros artículos de esta serie que te gustarán incluso más.

      Otro abrazo enorme para ti.

      ~IF

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En abril de 2020 comencé The IF Show en Youtube para hablar de ciertos asuntos de los que quería hablar. Después de comenzado, la cantidad de trabajo desplazó el tiempo — y la energía — que tenía para hacerlo, por lo que dejé de producirlo y emitirlo en algún momento del otoño de ese año. Voy a volver a las andadas más pronto que tarde, pero mientras que lo hago, puedes disfrutar de lo que en su momento fue.

Ibai Fernandez
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