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The IF Show T02E02: La historia del sexo (I)

The IF Show T02E02 · La historia del sexo (1ª parte) · Ibai Fernández
Guión

MONÓLOGO: LA HISTORIA DEL SEXO (I)

Sí, amigos. Lo que estáis viendo en pantalla no es otra cosa que un consolador. Quizás no el primero pero sí el más antiguo dildo de todos los que han sido encontrados sobre la faz de la Tierra. Y es que, desde tiempos inmemoriales, a la mujer le ha gustado introducir cosas en sus orificios tanto como al hombre le ha gustado buscar orificios donde introducir sus cosas. Es ley de vida, de naturaleza.

No por nada, sin esa pulsión ni yo ni ninguno de vosotros que me veis, estaría aquí.

La historia de la sexualidad es tan vieja como la historia del hombre… y tan diversa como ésta. Y es que, por otra parte, querer ceñir el amplio espectro de la sexualidad humana a su componente reproductivo es tan absurdo como considerar que la Tierra es plana, nuestra civilización una avanzada o que estamos solos en ese vasto lugar al que llamamos universo.  

Hoy vamos a contar algunas «historias del sexo». Me gustaría que fueran todas, pero sería una labor tan imposible como tratar de abarcar el agua del océano en lo concavidad que se forma cuando juntamos las manos. Es por ello que veremos sólo algunas de las — a mi juicio — más curiosas. Si queréis saber más sobre este tema — que de él podríamos hacer monografía tras monografía, no dejéis de hacérmelo saber en los comentarios. Conforme juntemos los suficientes, me sentaré a contaros más sobre todas esas curiosidades que la naturaleza humana, en materia de sexo, trae consigo. Y es que no sé vosotros, pero yo siempre estoy dispuesto a hablar sobre sexo (tanto o más, de hecho, que a practicarlo)… y es que sólo hablando de algo con normalidad se puede normalizarlo. Y si algo hay normal, es que a los humanos nos encante el sexo.

Bienvenidos a una nueva temporada de The IF Show. Comenzamos ya.

El consolador más antiguo del mundo

Pues sí, querida audiencia, más de 28.000 años tiene este consolador que me acompaña aquí en pantalla, encontrado en las cuevas Hohle Fels, situadas cerca de la alemana localidad e Stuttgart. Se trata, por supuesto, de un falo hecho de piedra perfectamente pulida con una dimensión de unos veinte centímetros de largo por tres de ancho.

A esta piedra cenagosa de légamo le siguieron, como materiales predilectos en la confección de dildos, el alquitrán, la madera, el hueso y el marfil, otro tipo de piedra — la caliza — las pieles curtidas de animales e incluso (por macabro o asqueroso que pueda resultar), los dientes o las heces de camello.

Así que si alguien se pensó que darse un paseo por la sex-shop del barrio era un invento del siglo XX para comprarse un consolador que llevarse a la boca… mala elección de un tópico… es momento de re-pensarse las cosas una vez más.

Analicemos, pues, la importancia del sexo en el seno… mala elección de palabras una vez más… de la humanidad.

EL SEXO Y LA RAZA HUMANA

En una cosa estará de acuerdo hasta el miembro más retrógrado de mi querido público: somos producto de un polvo, todos nosotros… bueno, de Jesucristo que cada uno piense lo que quiera.

Pero, salvando la opinión que se pueda tener de ésta y de otras supuestas deidades, sí que estaremos de acuerdo en que si no nos hemos extinguido hasta ahora — a pesar de los muchos esfuerzos que constantemente hacemos como raza para acelerar la llegada de ese último momento — es por ese instinto primario que nos lleva a querer tener sexo casi que continuamente.

De hecho, se podría decir, como diría el misógino cocainómano que fue Freud, que la religión, la política o la economía no son más que caretas que la sociedad moderna se impone a sí misma para ocultar esa eterna pulsión que nos domina a los seres humanos: el sexo.

Y si digo «moderna» es porque, aunque cueste creerlo, nuestros antepasados eran mucho más liberales de lo que muchos de nosotros — y me incluyo — nos creemos hoy. No sólo al respecto del uso de juguetes de auto-estimulación erótica, sino a tenor de prácticas que incluso hoy en pleno siglo XXI a más de uno dejarían con los pelos — y a otros no sólo con los pelos — de punta. Veamos algunas.

SUMERIA: DIOSES Y PROSTITUTAS

Si de la prostitución se dice que es uno — sino el que más — oficio más antiguo de la historia de la humanidad, tenemos que remontarnos a una de las más antiguas civilizaciones, la sumeria, para darnos cuenta de que esta profesión — tan moralmente denostada en la actualidad — fue en su momento no sólo socialmente aceptada sino «religiosamente protegida».

Y es que en Sumeria, donde el sexo se vivía y practicaba con una total desinhibición, la más grande diosa de todo el panteón sumario, la diosa Ishtar, no era sólo la diosa del amor… y del sexo (dos conceptos indisolubles en mucha de las mitologías más antiguas de la humanidad —, sino también de la guerra, de la monarquía… y de las prostitutas.

Lamentablemente, cuando hoy en día pensamos en la prostitución, términos como «esclavitud sexual» — la que no es consensuada entre pares, por supuesto, que de eso ya tendremos tiempo de hablar — o «trata de blancas» se nos vienen a la cabeza.

Pero esto no era así en la antigua Sumeria. Allí, hace unos 5.000, las prostitutas gozaban no sólo de libertad a la hora de ejercer su profesión, sino de prestigio y de posición social. Es decir, no sólo era un oficio más, sino que se le consideraba uno importantísimo, ya que una homóloga de Ishtar, Inanna, era la cortesana de los dioses — y la única de su clase que, de acuerdo a la mitología sumeria, tenía detalles con la humanidad: concretamente, el de entregarles su propio sexo.

SEXO FARAÓNICO

Saltando a África pero quedándonos aún en el albor de las civilizaciones llegamos a la faraónica civilización egipcia, en la que también destaca su afán por el sexo. Allí, mucho antes incluso que el famoso Kama Sutra fuera escrito y diseñado, encontramos una amplia variedad de papiros, pinturas y esculturas que nos muestran escenas sexuales que harían palidecer a más de uno… y que a otros bien podrían poner al rojo vivo. 

La sexualidad en el Antiguo Egipto no era sólo algo familiar y cotidiana, sino que no estaba lleno de los tabúes que aún 50 siglos después nos encontramos en nuestro día a día.

Con una desmedida naturalidad en relación al cuerpo desnudo debido a las vestimentas usadas para paliar el caluroso clima que rodea a la cuenca del Nilo, la sexualidad egipcia se trasladaba incluso al lenguaje, cuyo uno de sus glifos era «sdr», que mostraba a una pareja teniendo sexo y que, por supuesto, significaba «pasar la noche».

RELIGIÓN Y ORGÍAS EN EL ANTIGUO EGIPTO

Si bien el matrimonio — que generalmente se producía entre jóvenes de 14 y 16 años — era práctica habitual, el hecho de que la mujer llegara o no virgen al matrimonio completamente irrelevante para esta faraónica sociedad. 

La poligamia estaba permitida, si bien sólo se daba entre las clases ricas dado lo caro que resultaba mantener a varias esposas en una sociedad en la que las mujeres estaban abocadas al cuidado del hogar. Más normal era que los maridos ricos tuvieran una sola esposa y un sinnúmero de concubinas. Y menos normal, pero no por ello inexistente, era el matrimonio incestuoso — esto es, entre familiares, que sólo tenían lugar dentro de la familia real y con la finalidad de mantener el poder de ésta.

Y he aquí donde viene lo bueno: en el mundo egipcio las orgías y la prostitución estaban a la orden del día… y tenían lugar en relación con la religión, entendidas las primeras dentro del contexto de ritos de fertilidad y de transferencia de energía y la segunda dentro del concepto de «prostitución sagrada»: prostitutas llamadas «palácidas», las hijas más hermosas de la elite social egipcia, cuya función era participar en todos estos rituales religiosos — dígase orgías — en los que se pedía la crecida anual del río Nilo que, se entendía, no sólo estimulaba la fertilidad de sus riveras si no también la de la sociedad egipcia.

INTERMEDIO

Y si bien podríamos hacer un episodio sólo en relación a las muchas costumbres sexuales del Antiguo Egipto que a día de hoy nos parecerían tal vez desmesuradas o fuera de lugar, nos toca avanzar un poco en el friso cronológico de la Historia.

Y es que si muchas costumbres de las que entre los antiguos egipcios eran norma cultural nos pudieren parecer «fuertes» a día de hoy, qué mejor para acabar de sorprendernos realmente que zambullirnos de cabeza en la que se conoce como la cuna de la civilización occidental tal y como la conocemos hoy en día: de cabeza a la antigua Hélade, a la Grecia Clásica.

SEXO EN LA GRECIA PRE-CLÁSICA

Y es que, ciertamente, la civilización griega fue una que consiguió revolucionar muchísimos campos del conocimiento como fueron la filosofía, las matemáticas, la astrología, la literatura… y, aunque no lo queramos creer, también dieron forma a lo que hoy en día se consideraría, sin lugar a dudas, toda una revolución sexual de inmoralidad y promiscuidad — de la que si me preguntáis, estoy completamente a favor, ya que — hablando de filosofía — como diría uno de mis filósofos favoritos —: «No hay nada sucio en dos cuerpos desnudos en uno. Lo sucio está en ver lo que hemos hecho al mundo.»

Volviendo al mar Egeo hace unos 4.500 años, no obstante, nos toca separar. Por ejemplo, en la civilización cretense — precursora de la griega — la mujer era completamente libre de ver con quién se acostaba o dejaba de hacerlo.

En la sociedad minoica — también precursora de la griega —  el punto de encuentro de toda la vida social se encontraba en la invocación a la Madre Tierra, lo que se hacía acudiendo a los bosques y a las montañas y haciendo ofrendas a los dioses que bien tomaban la forma de sacrificio animal o bien la de inmensas orgías que duraban tantos días como duraba el resto del ritual, entendiendo el sexo como algo una necesidad completamente natural que había de satisfacerse con libertad plena.

Antes de llegar propiamente al período de la Grecia Clásica — pero en el mismo contexto geográfico — nos encontramos también con la cultura micénica, marcada por una fortísima sexualidad. Como anécdota, contar que la esposa tenía que concurrir al matrimonio aportando una concubina que no sólo satisficiera los deseos sexuales del marido sino que también pudiera aportar en lo que a descendencia se refiere.

SEXO EN LA GRECIA CLÁSICA

Ya llegados al período propiamente clásico de la Grecia Antigua, comienza a producirse un auge en lo que al interés por la prostitución — tanto masculina como femenina —, la homosexualidad y los efebos (es decir, los adolescentes) se refiere. Tres aspectos de la sexualidad humana que a día de hoy a más de uno hacen llevarse las manos a la cabeza y correr en círculos presa de un indecible pavor.

Hablamos, no obstante, de una sociedad — la helénica clásica — fuertemente misógina, en la que la mujer no sólo está fuera de la recién inventada «democracia» sino que se la compara al ganado sólo un escalón social por encima de los esclavos. Su papel queda relegado a la maternidad y al cuidado del hogar. Y no porque tanto Platón como Sócrates — padres del pensamiento occidental moderno — no plantearan la igualdad de género, sino, en primer lugar, porque fracasaron y en lugar, porque el tercero de dichos padres, Aristóteles, desarrolló la idea de la inferioridad de la mujer respecto al hombre — que enraizó tanto en el pensamiento romano como en el cristiano que luego inundaría el mundo.

Numerosas guerras por el control político de la Hélade se suceden entre las diferentes ciudades-estado que la conforman. Una de las más famosas, la que enfrentó a Atenas y a Esparta, a cuyos ejércitos sólo eran llamados los hombres. Ante tal situación, el famoso médico Hipócrates decretó que «las mujeres no andaban un tanto extraviadas a causa de la guerra, sino a causa de la insatisfacción sexual.» Quizás fue por ello, de hecho, que — cuanto menos a nivel literario — se produjo en la Grecia Clásica el primer ejemplo de huelga sexual, protagonizada por mujeres: Lisístrata, del comediante griego Aristófanes, supone una comedia antimilitarista de tintes feministas en la que las mujeres griegas, encabezadas por aquélla que da título a la obra, se niegan a tener sexo con sus maridos, que parecen más interesados en la guerra que en ellas, teniendo, no obstante, como finalidad garantizar la paz y poner fin a la Guerra del Peloponeso.

Mujeres las cuales no tenían reparo en amarse y tener relaciones sexuales entre sí. No por nada el lesbianismo es un término derivado de la griega isla de Lesbos, en las que, según cuentan los tratados históricos, las mujeres, entre ellas, darían rienda suelta a sus capacidades amatorias y sexuales.

VIII. SEXO EN LA GRECIA CLÁSICA (II)

En la Grecia clásica nacen los burdeles, en los que trabajan los porneias, las prostitutas y los prostitutos cuya raíz conforma también la palabra «pornografía», que vendría a significar «escritura de prostitutas». Y también se extiende la homosexualidad hasta el punto que tiene que ser regulada por la propia ley helénica. Otra clase de prostitución es la ejercida por las hetairas, en este caso sólo acompañantes femeninas que podrían entenderse como homólogas a las escorts de lujo del día de hoy: prostitutas cuya cultura llegaba a rivalizar con la de los hombres de aquel tiempo y únicas mujeres permitidas en los simposios, fiestas refinadas de comidas, bebida y sexo.

En cualquier caso, las costumbres tanto heterosexuales como homosexuales no suponían problemas de ninguna clase — ni morales ni legales — en la sociedad griega, más concretamente en la ateniense. La homosexualidad, de hecho, estaba asociada a otra práctica que tampoco entonces conllevaba ningún problema — ni moral ni legal — que es quizás la que más directo y determinante rechazo nos provoca en la sociedad moderna a día de hoy: la pederastia.

Y es que si bien para el griego cualquier actividad sexual donde un ciudadano penetrara a alguien socialmente inferior era considerado «normal» y, por contraposición, era «vergonzoso» el ser penetrado por alguien socialmente inferior, existían protocolos sociales que protegían a los jóvenes del deshonor asociado a ser penetrado.

En definitiva, una relación homosexual griega era formada por un erómeno — el hombre mayor — y un erastés — el hombre joven. Del primero se exigía respeto y se esperaba que educara, protegiera y amara al segundo, mientras que del segundo se esperaba que diera al primero su belleza, juventud y compromiso. Además, el ser cortejado por un hombre mayor era señal de hombría para un joven

Por último, como las guerras, una vez más, eran algo extremadamente frecuente, la homosexualidad en el ejército no sólo era permitida sino incluso estimulada. Concretamente hasta el punto de que es famoso el Batallón Sagrado de Tebas (hieròs lókhos), una unidad de élite griega formada por 150 parejas de amantes, todos masculinos.

CONCLUSIÓN

Como podéis ver, este tema del sexo da para más de un episodio de éste, vuestro querido, queridísimo, show. Se me ocurre que podíamos versar un día de éstos, por ejemplo de la adicción al sexo — un concepto nacido, como tantos otros, en pleno siglo XX — o de la historia de algo que también ha generado mucha adicción, sobre todo desde el nacimiento de Internet: la pornografía.

Hablando de pornografía, podríamos ver el influjo que ha tenido el libertinaje de la nobleza en la historia del sexo: del rey español que inventó el cine porno al duque británico cuyo nombre a día de hoy le damos a los condones.

No sin por ello olvidarnos del noble Leopoldo von Sacher-Masoch y del marqués Donatien Alphonse François… de Sade, quienes en siglos dispares dieron nombre, respectivamente, al masoquismo y al sadismo y, en conjunto, al sadomasoquismo, una — en principio — controvertida práctica sexual que, si recordáis, hace unos años experimentó una increíble popularidad que desembocó en una increíble normalización debidas a la obra de la escritora británica L . E. James «50 sombras whatever»; popularidad — e incluso normalización — de la que quizás dichas prácticas no habían gozado desde que fueran desarrolladas en sus escritos por estos dos últimos citados autores.

Podríamos hablar, también, del sórdido mundo de la prostitución tal y como se entiende hoy en día (en comparación tal vez con, como hemos visto, retratos del mismo oficio que en el pasado no evocaban los conceptos que tristemente evocan hoy: «trata de blancas», «redes de explotación sexual», «esclavitud sexual»…

Se me ocurre también, por último y por no dejarme el tintero ansioso, que bien podríamos hablar de todo este quilombo que existe a día de hoy con los temas de identidad sexual e identidad de género o, por último, dar — en alguna otra ocasión — un paseo por las que podrían parecernos las culturas aún existentes en la actualidad más recónditas, extravagantes y sorprendentes en lo que a materia sexual se refiere, como, por ejemplo, aquélla de las tigresas blancas, mujeres taoístas que intentan alcanzar la inmortalidad espiritual a base de practicar felaciones e ingerir semen. Y no, no es el argumento de una película porno, es la filosofía de una sociedad secreta que, según muchos, todavía existe.

Conclusión

Así pues, por hoy terminamos. Recordad el clásico de hacer clic sobre las manitos — mucho mejor si es con el pulgar hacia arriba —, de suscribíos y, sobre todo, de atiborrarme el vídeo de comentarios — contándome, por ejemplo, vuestros deseos más oscuros y ocultos en lo que a los temas que queráis que tratemos en The IF Show se refiere… ya sea en materia de sexualidad humana… o al respecto de cualquier otro tema sobre el que tengáis un genuino interés.

Por lo demás, me despido. Gracias, querido público, por acompañarme una semana más. Como dirían los hermanos Gallagher: «It’s good to be back, so good to be back.»

Hasta la semana que viene.

[FIN]

Bibliografía y referencias

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The IF Show

En abril de 2020 comencé The IF Show en Youtube para hablar de ciertos asuntos de los que quería hablar. Después de comenzado, la cantidad de trabajo desplazó el tiempo — y la energía — que tenía para hacerlo, por lo que dejé de producirlo y emitirlo en algún momento del otoño de ese año. Voy a volver a las andadas más pronto que tarde, pero mientras que lo hago, puedes disfrutar de lo que en su momento fue.

Ibai Fernandez
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